Y abusar, abusamos. Un puñadito de más en el guiso, un aperitivo a media mañana, esa salsa preparada tan sabrosa, y el salero siempre a mano... En total, nos pasamos más que de lejos de los cinco gramos diarios –una cucharadita- que, según los expertos, serían recomendables.
Menos sal, más salud
Controlar los precocinados
Sin embargo, mantener a raya el salero no es la única medida que debemos emplear para controlar nuestro consumo de sal ya que la mayoría del sodio que consumimos proviene de productos procesados industrialmente. Y no siempre es fácil detectar los excesos, ya que, tal como explica Barry D. Dickinson, miembro de la Asociación Médica Americana y uno de los autores de la revisión que acaba de publicarse, no todo lo que lleva mucha sal sabe salado.
"La sal suele utilizarse para la preservación de los alimentos y, en algunos productos, para bloquear sabores amargos" explica este experto. "Además, algunos productores la añaden porque dicen que aumenta la aceptación del consumidor de determinados sabores y texturas", añade.
De este modo, productos como los cereales de desayuno, que aparentemente son dulces, contienen normalmente grandes cantidades de sodio. "Casi todos los alimentos procesados se producen con muchísima sal", explica Javier Aranceta, presidente de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria. "Y, sin embargo, en la mayoría de las etiquetas no se especifican las cantidades, por lo que una persona con problemas de hipertensión o sensibilidad a la sal tiene que acudir a un experto para saber qué alimentos debe evitar".
En abril de este año, la OMS hizo un llamamiento a las compañías alimentarias para que redujeran drásticamente el contenido en sal de sus productos y especificaran las cantidades utilizadas en cada etiqueta. Además, instaba a los Gobiernos a promover políticas para controlar la ingesta de sodio. Pero, hasta el momento, son pocos los esfuerzos que se han hecho al respecto.