Entre los que lograron una tensión sistólica de 120 mmHg o menos hubo una reducción aproximada de cerca de un tercio en los ataques cardíacos y los accidentes cerebrovasculares, y hubo menos insuficiencia cardíaca en comparación con los que tenían una meta ligeramente más alta de presión arterial. Estos resultados indicaron que el riesgo de morir disminuyó casi en un 25%. ¡Asombroso!