Cada vez con mayor frecuencia se detectan enfermedades que nunca producirán síntomas importantes ni la muerte prematura del paciente.
Este fenómeno denominado sobrediagnóstico (overdiagnosis) conlleva a que
personas sanas o con bajo riesgo de desarrollar una enfermedad sean
etiquetadas de enfermas, se les someta a pruebas innecesarias y se les
prescriba un tratamiento para toda la vida, pudiéndoles causar más daño
que beneficio. Paralelamente se produce un gasto de recursos que podrían utilizarse para tratar o prevenir enfermedades auténticas.
La evidencia sugiere que el problema puede afectar a un número
importante de patologías como asma, trastorno de déficit de atención con
hiperactividad, cáncer de mama, enfermedad renal crónica, diabetes
gestacional, hipertensión arterial, hipercolesterolemia, cáncer de
pulmón, osteoporosis, cáncer de próstata, embolismo pulmonar o cáncer de
tiroides.
Entre las fuentes del sobrediagnóstico se identifican las pruebas de
cribado en personas asintomáticas, la utilización de pruebas
diagnósticas cada vez más sensibles en las personas que consultan por
algún problema, los hallazgos casuales (incidentalomas) en personas que
se examinan por otras razones y la ampliación de los límites en la
definición de las enfermedades y la reducción de los umbrales de
tratamiento. Estas causas son alimentadas por otros factores que están
incrustados en lo profundo de la cultura de la medicina y de la
sociedad:
• Los cambios tecnológicos que al detectar cada vez más pequeñas "anomalías" incrementan la prevalencia de cualquier enfermedad.
• Intereses comerciales y profesionales. Las industrias que se
benefician de expansión de los mercados relacionados con el diagnóstico y
el tratamiento tienen una gran influencia en la profesión médica y la
sociedad en general a través de vínculos financieros con grupos de
profesionales y de pacientes, financiando campañas de sensibilización de
enfermedades, actividades de formación continuada y fundaciones de
investigación.
• Los miembros de los paneles de expertos que elaboran guías de práctica
clínica e introducen cambios en las definiciones de la enfermedad o en
los umbrales de tratamiento a menudo tienen vínculos económicos con
empresas que obtienen beneficios con la ampliación de los mercados.
• El interés de algunas sociedades profesionales en maximizar el grupo de pacientes dentro de su especialidad.
• La medicina defensiva. Los profesionales pueden ser castigados por no
“reaccionar” ante los signos tempranos de la enfermedad, sin embargo no
suelen ser objeto de sanciones por el sobrediagnóstico.
• Las creencias culturales de que “más es mejor” y de que la detección
temprana que no tiene riesgos, a pesar de que mayor atención está
asociada a mayores daños.
Las actuaciones que se pueden acometer, en relación con el sobrediagnóstico, pasan por incrementar su investigación; proporcionar formación y sensibilizar a la población y a los profesionales sobre los riesgos del sobrediagnóstico, especialmente los asociados al cribado; difundir condiciones específicas con riesgo de sobrediagnóstico; elevar los umbrales que definen lo “anormal” y renovar el proceso de definición de la enfermedad; desarrollar protocolos para el abordaje de los incidentalomas, excluir de los paneles de expertos a personas con conflicto de interés, exigir independencia en el diseño y desarrollo de estudios científicos, etc.