"Los factores tradicionales no reflejan si se ha producido un daño en las células del miocardio, una disfunción en el ventrículo izquierdo, una insuficiencia renal o un proceso inflamatorio. Por eso,
partimos de la hipótesis de que añadir una combinación de biomarcadores que mostraran la existencia de esos procesos patofisiológicos podría añadir información sustancial al pronóstico", explican los investigadores.
Conocedores de estos datos, los autores de esta investigación -miembros de la Universidad de Uppsala (Suecia)- quisieron avanzar un paso más y comprobar si la medición de una combinación de biomarcadores que hasta el momento no había sido evaluada (troponina I, porción N-terminal del propéptido natriurético tipo B, cistatina C y proteína C reactiva de alta sensibilidad) podía ser efectiva para afinar los cálculos de riesgo.
"La incorporación de estos cuatro indicadores [a los factores de riesgo tradicionales] mejora la estratificación del riesgo de muerte a causa de enfermedades cardiovasculares", explican los autores, si bien remarcan que el trabajo presenta importantes limitaciones.
En un editorial que acompaña a este trabajo en 'The New England Journal of Medicine', los investigadores James A. de Lemos y Donald M. Lloyd-Jones, señalan que esta nueva investigación "sugiere que puede producirse un progreso significativo en el uso de los biomarcadores".