Las prioridades han estado condicionadas mayoritariamente por los propios intereses políticos, fomentándose aquellas intervenciones que tuvieran una mayor rentabilidad electoral: construcción de hospitales para satisfacer reivindicaciones locales, potenciar la inversión en investigación básica de dudosa rentabilidad, crecimiento de las plantillas hospitalarias y creación de todo tipo de unidades especializadas sin criterios de coste-efectividad, fomento de todo tipo de intervenciones de “ vanguardia”,…
Los propios profesionales han optado por la tranquilidad antes que la reivindicación, aceptando la “paz” (evitando conflictos, o reivindicaciones) a cambio de “territorios” de comodidad (escaso control y exigencia más allá de lo indispensable, bajo el alegato de “esto no es mío”)
La innovación no necesariamente es algo buena en sí misma. Depende del objetivo que se pretenda alcanzar. En ese aspecto la atención primaria ha estado sujeta a menudo a las ocurrencias de responsables políticos preocupados por ser innovadores a toda costa.
Fomentar y permitir la adquisición de grados cada vez mayores de autonomía y rendición de cuentas, que permita el acceso de nuevos profesionales y la diferenciación entre profesionales en función de la calidad de su trabajo...
Racionalización de la atención en función del tipo y complejidad de la consulta, dejando de hacer actividades inútiles (a menudo basadas en protocolos, guías y procesos sin evidencia alguna), redistribuyendo las actividades de baja complejidad (agrupando y derivando a otros profesionales) y centrando las actividades del médico de familia en las de mayor dificultad y complejidad. Para éstas se precisa disponer de un tiempo adecuado de consulta (no menos de 15 minutos).