Es fácil iniciar un tratamiento
farmacológico. Muchas guías de práctica clínica nos indican el camino.
Pero cuando se invierte el balance riesgo-beneficio asociado a un
medicamento (por polimedicación, reacciones adversas a fármacos, falta de respuesta, caídas o cambios en los objetivos del tratamiento), la
información para guiar el clínico en su retirada es más escasa. No hay razón para tener miedo a la retirada de medicamentos pero sí razón para plantearla.
Reconocer la necesidad de desprescripción
Preparar al paciente para la desprescripción.
Monitorizar los objetivos de salud por si hay síndrome de abstinencia, síntomas de rechazo o reaparición de síntomas. Un estudio en ancianos polimedicados observó que sólo un 2% de los medicamentos retirados debían ser instaurados al cabo de un tiempo.
Priorizar qué fármacos y qué dosis retirar.
Reducir la dosis progresivamente, y fármaco tras fármaco.