13 de diciembre de 2011

LA PRISA DEL MÉDICO

En la actualidad todos tenemos prisa: en el coche, donde más… pero no solo ahí. También en el trabajo y cuando caminamos, comemos, leemos… En nuestras vidas, esa sensación ha adquirido carta de naturaleza.
Está tan arraigada que ha pasado a formar parte de lo genuino y propio de algunas profesiones… como la Medicina.
Y siendo así, las preguntas que surgen son:
¿Tiene sentido? ¿Merece la pena? ¿Es útil?
¿Contribuye a nuestro bienestar y al de los enfermos?
 
¿Nos hemos cuestionado alguna vez lo que piensan y sienten cuando nos ven poco tiempo y con mucha prisa?
Ellos, cuya única expectativa de ese día seguramente se limita a mejorar algo con nuestra presencia, transmisora de confianza y esperanza.
¿Seguro que es real esa prisa, aparentada en todo momento?
¿Es la consecuencia de un sistema sanitario desbordado y masificado?
¿No será también un mecanismo atávico de huida de la terminalidad y la muerte?
¿Mostramos prisa para no enfrentarnos a una realidad que nos inquieta?
¿Proyectamos sensación de seguridad y alivio?
¿Para qué tanto empeño en correr?
Si somos incapaces de actuar con un mínimo de tranquilidad y sosiego mientras les atendemos… ¿estamos moralmente autorizados a seguir llamándoles “pacientes”?
¿Es éticamente aceptable, demandarles una actitud que nosotros no  sabemos,  no podemos o no queremos mantener?