La ausencia de embarazo y de lactancia es la causa de que las mujeres sin descendencia tengan más reglas que
las que han procreado, y sería también el fundamento, según estos
científicos, de que aumente el riesgo de cáncer. Cualquier factor que
incentive el número total de ciclos, se tengan o no se tengan hijos,
potencia el riesgo de cáncer. Por ejemplo, el haber pasado la pubertad
antes de la edad habitual, o la menopausia más tarde de lo que suele ser
la regla común. Factores adicionales que reducen el riesgo de cáncer,
añadido al de tener hijos, serían el haberlos parido en edad joven, el
tener varios y el haber dado el pecho.
Los autores de The Lancet afirman: «La Iglesia católica condena toda forma de contracepción, siguiendo las indicaciones de Pablo VI en la encíclica Humanae Vitae (1968). Pero aunque la Humanae Vitae no menciona a las monjas, deberían quedarse al margen de la normativa general sobre la píldora, ya que la misma Humanae Vitae acepta
"los medios terapéuticos necesarios para curar enfermedades orgánicas,
aunque tengan un efecto anticonceptivo". Si la Iglesia católica dejara
el uso de la píldora anticonceptiva a libre disposición de las monjas,
se reduciría el riesgo de esas pesadas plagas, los cánceres de ovario y
útero, y se reconocería su difícil situación».