Parece de sentido común pensar que la competencia mejora con la experiencia. Es verdad que muchos médicos van mejorando a lo largo de su
 vida profesional pero otros, especialmente en atención primaria donde 
la práctica clínica se hace en condiciones de relativo aislamiento, no 
lo hacen e incluso la calidad de su actuación se puede ir deteriorando 
con el paso del tiempo.
Ericsson (1) cree que la sobreutilización del razonamiento 
automático y de las heurísticas puede ser al menos en parte la causa de 
ese estancamiento o incluso disminución de la competencia de los 
clínicos lo largo de su vida profesional y puede que incluso para 
aquellos que siguen progresando en su competencia, estas estrategias no 
contribuyan a incrementar la rapidez de su progreso sino incluso 
retardarlo. Este autor piensa que los clínicos alcanzan un nivel 
satisfactorio de práctica rápidamente y que tienden a mantener este 
nivel con esfuerzo decreciente y sus acciones se van convirtiendo en 
automáticas. En ese momento el clínico alcanza el nivel de “competencia 
inconsciente”.
El problema es que cuando esta competencia se hace automática, no esta bajo control consciente, no es accesible a análisis crítico y por lo tanto no es posible un esfuerzo deliberado de mejora. Ericsson matiza
 esta afirmación y defiende que la mayoría de los expertos no actúan de 
forma completamente automática sino que retienen la capacidad de 
reflexionar sobre sus acciones. Esto constituiría la fase de 
“competencia reflexiva”. Epstein et al (2) por otra parte, alertan de 
estos riesgos y propone el cultivo de determinados hábitos mentales que 
conllevarían el fomento de esta “competencia reflexiva”.
Por lo tanto, como educadores clínicos nuestra tarea es que los 
aprendices, no renuncien al uso del “reconocimiento de patrones” sino 
que sean conscientes de sus peligros y que retengan una capacidad de 
reflexión sobre las potenciales consecuencias del curso de acción 
seleccionado mediante el cultivo de determinados “habitos mentales” (uno
 de estos ha sido resaltado en el artículo de este mismo número “Las ventajas de la mirada fresca”)
 que pueden ayudarles a mejorar su capacidad perceptiva sobre los datos y
 a promover una reflexión más productiva que les lleve a minimizar los 
efectos perniciosos del tentador y demasiado frecuente “cierre prematuro”.
 

