3 de octubre de 2010

La droga «me han echado algo en la bebida» llega a España

Responde al nombre de «burundanga», y es conocida como la «droga de la violación».

La atropina es del mismo grupo que la escopolamina. Y ésta recibe hoy en la calle el nombre de “burundanga”. ¿Sus efectos? Mezclada con la bebida o inhalada hace perder a la persona la voluntad de forma absoluta.
Así al menos lo alerta el Centro de Asistencia a Víctimas de Agresiones Sexuales (Cavas). “Llevamos 3 o 4 años detectando casos y estamos tratando a víctimas”, afirma Tina Alarcón, presidenta de Cavas.
El escenario habitual es una discoteca y el arma, un simple “cubata” que un desconocido (o conocido) le ofrece a la víctima, que suele estar entre los 17 y 30 años. Lo que ésta no sospecha es que la escopolamina se ha disuelto en el alcohol. “Es incolora, insípida y se diluye en cualquier líquido. Es fácil ingerirla sin darse cuenta”, apunta Alarcón. No sólo hablamos de noches de fin de semana en las que no hay inhibiciones. “Hemos tenido un caso ocurrido en una fiesta de empresa”, señalan en CAVAS.
La “burundanga” no es el único método. Hace unos meses, la ONU mostraba su “preocupación” por el creciente tráfico y consumo de ketamina en España, droga que utilizan algunos violadores para dormir a sus víctimas, y de la que Cavas también previene.
“Sus efectos dependen de la persona que lo consuma”, aclara Carmen Puerta, presidenta de la Sociedad Española de Toxicomanías. “Es un analgésico que se utiliza en veterinaria y que en seres humanos provoca alteraciones de conciencia: como si se separara la mente del cuerpo y lo observáramos desde fuera”. Para adquirir la escopolamina no es necesario acudir a un “camello”, pues “algunos fármacos la llevan”, afirma Alarcón. Lo mismo ocurre con las benzodiacepinas, medicamentos psicotrópicos que han sido utilizados en agresiones y robos.
En todo caso, el resultado es el mismo. La víctima entra en inconsciencia y se despierta en un lugar desconocido y sin ropa interior. Eso sí, no hay ni una sola señal de violencia, porque no ha sido forzada. Y lo que no deja de ser menos grave: no guarda recuerdos de lo sucedido.
“Piensan que se emborracharon, no saben qué ha pasado y sienten miedo y vergüenza: ¿Qué digo?, ¿qué cuento?”. Si sumamos que la “burundanga” se diluye muy rápidamente en el organismo, es poco probable que prospere una denuncia. “El juicio acaba archivado por falta de pruebas. Sí se puede hacer una prueba de ADN y ver que los restos de semen coinciden con los del agresor. Pero él sostendrá que ha mantenido relaciones consentidas”, dice Alarcón.
Para evitar la confusión, los centros de asistencia recomiendan a las jóvenes “que, cuando sospechen algo, se hagan la analítica lo más rápido que puedan”. Si no, el daño puede ser doble: además de sufrir una violación, su palabra queda en entredicho.