30 de marzo de 2013

El reto planteaba si la experiencia de sufrir una enfermedad puede contribuir a que un médico mejoré como profesional (y como persona)

El impacto de la enfermedad depende de la naturaleza de ésta, pero también de la personalidad del enfermo y de su entorno tanto inmediato (familia) como sociocultural. En el caso del médico su propia profesión es un significativo condicionante pero solamente uno más.
El cómo va a vivir en primera persona la enfermedad partiendo de ese precedente es una cuestión abierta que depende de quien va a realizar un acompañamiento profesional de su padecimiento y como lo va a hacer.

El profesional se va a tener que situar al otro lado de la camilla. Esto puede desencadenar diversas reacciones como tratar de controlar la enfermedad y vigilar a sus cuidadores, aunque tampoco es infrecuente que pueda “rendir” sus defensas de modo que incluso renuncien a participar en cualquier decisión en relación a su propio tratamiento e hasta es posible que no soliciten detalles de su diagnóstico o de su tratamiento, para sorpresa de los colegas más concienciados con la participación del paciente. 
Se puede aprender el valor de los gestos de simpatía y apoyo de los que le cuidan y la importancia de los pequeños detalles. Pueden volverse sensibles a la falta de privacidad y a la no tan infrecuente deshumanización de la atención sanitaria.
Todo esto debería ayudar al médico enfermo a ser más sensibles y compasivos con sus pacientes, pero esta transformación no siempre esta exenta de efectos secundarios. Es posible que el médico tenga dificultades para alcanzar una cierta distancia terapéutica que es imprescindible en la atención médica y obstaculice la posibilidad de  realizar una disociación instrumental alejándose, aunque sin perder del todo contacto con ellos, de sus sentimientos para evitar “actuarlos” en la consulta. 
En fin la enfermedad es para el médico y sus cuidadores un reto. De cómo se afronte por ambos dependen las consecuencias para el protagonista. En cualquier caso la educación dirigida a sensibilizar a los médicos ante el sufrimiento y desarrollar su capacidad de llevar a cabo una atención humana no puede depender la ocurrencia de  eventos patológicos personales sino que disponemos de otras estrategias y recursos que deben incorporarse a la educación médica a todos los niveles.