9 de octubre de 2013

Deconstruyendo la atención primaria en pediatría

Pese a constituir el eje de una atención sanitaria de calidad, la atención primaria ha sido la gran olvidada en un contexto en el que, electoralmente hablando, salía más rentable inaugurar sofisticadas e ineficientes unidades de cirugía robótica o de diagnóstico por la imagen, o levantar innecesarios y costosos hospitales. En particular, la atención primaria en el ámbito pediátrico, además de servir para el control del desarrollo normal del niño y afrontar eventuales problemas de salud, es fundamental para establecer medidas preventivas dado que, salvo en las últimas etapas de la vida, es más frecuente que un niño acuda a un médico a que lo haga un adulto, lo que multiplica las opciones de intervención. 
A este respecto, un interesante estudio descriptivo firmado por pediatras de la Academia Europea de Pediatría procedentes de varios países europeos, incluido España, se publicó en 2010 en Archives of Disease in Childhood (Paediatric primary care in Europe: variation between countries). El estudio, que analizó encuestas respondidas por pediatras de 29 países europeos –incluyendo Israel-, muestra que en 12 de ellos (41%) la atención infantil de los sistemas sanitarios públicos la desarrollan médicos generales o de familia, en 7 (24%) pediatras y en 10 (35%) una combinación de ambos. En los casos de atención por médicos de familia, suele existir un pediatra consultor al que referirse en caso de necesidad.
Es posible que nuestro, a mi juicio, exagerado número de visitas, además de consumir tiempo y recursos, sea un elemento más de la creciente tendencia a la medicalización de la salud y contribuya a dificultar la asunción de responsabilidad por parte de los padres en asuntos que, en gran parte, dependen del sentido común. ¿Tendría sentido adaptarlas en función de factores de riesgo o circunstancias individuales, u otros como el nivel socioeconómico o cultural de las familias, como parecen apuntar algunas investigaciones? Seguramente una buena comunicación entre los profesionales que atienden niños y los que atienden a sus padres en los mismos centros de salud pudiera ayudar a perfilar esas necesidades particulares.
Abordar este tema desde el sectarismo nos pondría al nivel de quienes han gestionado la sanidad, los aeropuertos, o las carreteras, a golpe de voto.