Dos estudios publicados el 13 de octubre 2010, en el Journal of the American Medical Association, aportan nueva evidencia sobre el uso excesivo de transfusiones sanguíneas en cirugías cardiacas.
Un estudio realizado en Brasil no encontró diferencias en los resultados entre dos estrategias de transfusión, una más conservadora que la otra [7]. Otro estudio realizado en la Universidad de Duke, encontró que la tasa de transfusión varía mucho en los pacientes CABG (coronary artery bypass graft) entre distintos hospitales en EE UU [8]. En un artículo editorial, los doctores Aryeh Shander (Englewood Hospital and Medical Center, EE UU) y Lawrence Goodnough (Stanford University School of Medicine, EE UU), dijeron que el uso inapropiado de la transfusión sanguínea es una preocupación debido a los riesgos inherentes, al costo, y al hecho de que la disponibilidad de sangre es limitada [9]. El Dr. Goodnough dijo a heartwire que el estudio brasilero era similar a un estudio previo con pacientes en terapia incentiva [10], y que el resultado de Duke era similar al que obtuvo él con su equipo en 1991; agregó que ahora hay pautas más cautelosas con respecto a la transfusión.
En el estudio brasilero, 502 pacientes para cirugía cardiaca se asignaron aleatoriamente a una estrategia de transfusión sanguínea más liberal (mantener un hematocrito >30%) o una estrategia más restrictiva (mantener un hematocrito >24%). En el primer grupo la concentración media de hemoglobina se mantenía en 10.5 g/dL y en el segundo grupo en 9.1 g/dL. En el primer grupo, 78% de los pacientes recibieron una transfusión sanguínea mientras que en el grupo más restrictivo sólo un 47%. Se encontró que no había diferencia en los criterios de evaluación clínica (mortalidad a los 30 días, síndrome agudo de deficiencia respiratoria, o daño renal que requiera diálisis o hemofiltración durante la estadía hospitalaria) entre ambos grupos (10% el grupo liberal vs 11% el grupo más restrictivo).
Aunque el exceso de transfusiones no tenga resultados negativos a nivel de salud, sigue siendo un gasto alto.
Sin embargo, el Dr. Goodnough cree que ya existen suficientes datos, provenientes de dos ensayos clínicos, para reducir el número de transfusiones; cuando se le preguntó en qué situaciones decidiría hacer una transfusión dijo que eso debía decidirse en forma individual para cada paciente, pero recalcó que se debería ser más cauteloso al decidir una transfusión y aceptar la idea de que si el paciente está anémico se puede tratar la anemia con otros métodos distintos a la transfusión.
Por último sugirió que el número de transfusiones sanguíneas debería usarse como un indicador de calidad para clasificar programas de cirugía, de la misma forma que se usan indicadores como incidencia de infecciones perioperatorias o mortalidad.